 
 Estamos en la ganchera; sin tinta; rodeados de cadáveres voluptuosos; 
estamos, inquietos, cotidianos, insasiables, vivos todavía y quizá por siempre.
Revolución no es una palabra, sino la acción interior del encontrarse y despertar, 
y estamos en la ganchera de la revolución
porque no aceptamos al frigorífico ni al desvarío sociavilizador de la góndola indigna. 

 
 
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